Al salir del bosque
me encontraba en el patio trasero del castillo, donde entrenaban Demetri y
Jane, al verme Jane corrio dentro del castillo y Demetri se acerco a mi, me
llevo dentro del castillo hasta la sala de tronos.
-Querida Renesmme,
estabamos realmente preocupados por ti.- Dijo Aro con su tipica voz amigable.
-Necesitamos que nos
digas que fue lo que paso.- La voz de Marco fue neutra, sin ningun sentimiento.
-Acompañanos.- Esta
vez fue Cayo el que hablo.
Los segui hasta una
puerta que se encontraba blanca que estaba detrás de los tronos, al entrar pude
distinguir lo que parecia un pasillo lleno de pinturas con los rostros de cada
integrante de la guardia, justo antes de una puerta gris, estaba un cuadro de
Alec y Jane, debajo de ellos escrito en italliano se leía “las joyas de la
corona”.
-Pasa.- Dijo Aro
justo despues de que sus dos hermanos habían ingresado.
Aquella sala tenía
una mesa redonda en el centro con 4 asientos alrededor de ella, algunas velas
iluminaban la habitación colgando en las paredes.
Les conté lo que
había ocurrido durante mi estancia con La Orden, excluyendo la nueva parte de
mi don, y el ritual durante el que escape, sabia que había hecho mal, pero en
caso de haberles contado, ellos también intentarían matarme, porque que sería
mejor para los lideres vampiros que poder salir durante el día y seguir siendo
inmortales.
Regresamos a la Sala de Tronos donde ya se encontraba todo el
clan reunido y fue en ese momento cuando me di cuenta de cuanto dolor sentía en
el cuerpo por haber corrido tanto, y el cansancio mental por como use mi don.
-Alec.- La voz de Aro hizo que volteara a buscarlo, mis ojos se
encontraron rápidamente con aquellos ojos carmesí que se habían vuelto
indispensables para mí. -Lleva a Renesmme a la enfermería.- La voz de Aro se
convertía rápidamente en un murmullo lejano, el cuerpo comenzaba a pesarme y
una capa negra amenazaba con cubrirme, intente luchar contra ella, cuando no
pude más y me deje cubrir por la oscuridad unos cálidos brazos me atraparon.
-Dámela.-La voz de Angélica demostraba preocupación.
-Yo la llevo, no me quiero separar de ella.- Aquella frase me
hizo sentir triste y feliz al mismo tiempo, ya que tenía dolor y preocupación,
no me gustaba que él se sintiera así, pero me agradaba saber que le preocupaba.
-Colócala ahí.- Los brazos me soltaron dejándome en una superficie
suave. Me quitaron la capa y me cubrieron con una tela hasta la cintura. –Ahora
sal, necesito revisarla y puede haber mucha sangre.- Los pasos comenzaron a
alejarse de mí, hasta que una puerta se cerró detrás de ellos.